La economía mundial actual atraviesa por una fase de bajo crecimiento económico con niveles de inflación que se mantienen relativamente altos, declive de la inversión, mayor fragmentación geoeconómica y reconfiguración de la globalización, tendencia creciente de las tensiones geopolíticas, continuos eventos climáticos extremos, avances tecnológicos importantes y movimientos migratorios a gran escala; estos factores han creado un ambiente complejo de riesgos entrelazados que agudizan las tensiones políticas, económicas y sociales con inestabilidad crónica, y hacen temer un aumento serio de las pobreza y las desigualdades económicas y sociales entre regiones, países y al interior de ellos.
A dicho escenario, se suma el gran foco de atención macro que significa el reto de la transición climática y la sostenibilidad en todas las esferas de los procesos productivos de nuestros países a nivel global; un crecimiento inclusivo que permita retomar la senda para avanzar en la lucha contra la pobreza y la desigualdad; así como la seguridad alimentaria con sistemas agroalimentarios sostenibles, que garanticen el acceso a la alimentación de la población mundial en crecimiento.
Estos objetivos, motivo de preocupación a nivel global y regional, están comprendidos en los objetivos de desarrollo sostenible (ODS), y actualmente se enfrenta una creciente presión para movilizar y garantizar la suficiente financiación pública y privada para lograrlos. Pero nos encontramos con grandes brechas, que se complican por el aumento de los costos de la financiación internacional, así como por las restricciones económicas en muchos países debido a su alto endeudamiento y probablemente por los menores ingresos públicos, que podrían verse en el corto plazo, debido al menor crecimiento económico. Lograr estos objetivos requiere movilizar las diferentes fuentes de financiación que trabajen de manera integrada y alineadas, desarrollar mecanismos y productos innovadores, movilizar hacia la inversión productiva y social los recursos del sector empresarial, así como de las entidades filantrópicas, aparte de otras fuentes públicas y privadas disponibles; al mismo tiempo que se va formando, el tan necesario capital humano con habilidades y competencias para el futuro sostenible.
Por ello, la Reunión de la Asamblea General de ALIDE, tiene como objetivo general analizar y compartir conocimientos acerca de cómo avanzar hacia un estadio superior de las finanzas sostenibles en la región, en correspondencia con las necesidades para financiar los ODS, a nivel amplio; bajando hacia la financiación de la transformación productiva enfocada en el estímulo a la producción y consumo sostenibles, complementada con la acción efectiva para impulsar la inversión de impacto que nos lleve a avanzar en el logro de los ODS sociales.
De allí que nos planteamos cuestiones relacionadas sobre ¿cómo financiar la transición adecuada para lograr la neutralidad climática y la sostenibilidad? ¿estamos impulsando lo suficiente el crecimiento inclusivo y de qué manera? ¿Cómo avanzamos en la lucha contra la pobreza y la desigualdad en un contexto de crecimiento económico bajo? ¿estamos realmente construyendo las bases para un futuro más sostenible, inclusivo y resiliente?
Por otra parte, desde la perspectiva de las instituciones financieras de desarrollo en específico ¿Cuál es su contribución efectiva para lograr estos grandes objetivos? ¿Cómo se va a movilizar una mayor financiación? ¿Qué fuentes de financiación son accesibles para financiar el desarrollo sostenible? ¿Qué nuevos instrumentos innovadores han desarrollado para catalizar la inversión privada? ¿Qué tan importante es la inversión de impacto para acortar las brechas sociales, económicas? y finalmente ¿Qué están haciendo en cuanto a inclusión financiera, social y de género?
Aunque la necesidad es enorme, las oportunidades también son significativas, en estimaciones de la UNCTAD, los costos de alcanzar los objetivos de desarrollo sostenible (ODS) varían aproximadamente entre US$5.4 y US$6.4 billones al año entre 2023 y 2030, y que existe un déficit de gasto de US$337 mil millones al año en indicadores relacionados solo con el cambio climático, la pérdida de biodiversidad y la contaminación. Por otra parte, las necesidades de recursos de países en desarrollo para la implementación de los compromisos del Acuerdo de Paris, es de US$2.8 billones, y la financiación climática apenas alcanzó los US$653 millones en promedio en el periodo 2019/2020.
Como consecuencia, se generó una corriente de interés en las finanzas sostenibles en todo el mundo como una forma de activar el sector financiero, los mercados de capitales y a los distintos mercados que contribuyen a la financiación, en favor de alcanzar los ODS.
Considerando esto, una cantidad cada vez mayor de organismos reguladores, asociaciones bancarias e instituciones financieras han adoptado políticas, regulaciones y prácticas para gestionar los principios ESG de las actividades del sector financiero, incluido el riesgo relacionado con el cambio climático, estimular el flujo de capital hacia activos, proyectos, sectores y empresas que tengan beneficios climáticos ambientales y sociales.
En este sentido, cabe preguntarse ¿Qué tipo de esfuerzos significativos se requieren para impulsar fuertemente las finanzas sostenibles? ¿Qué deberían hacer las entidades financieras, especialmente los bancos de desarrollo? ¿Cómo movilizar al sector privado para involucrarlo en la financiación sostenible? ¿Cuáles son las principales limitaciones para que esto suceda? ¿Qué oportunidades brindan las finanzas sostenibles y cómo capitalizarlas?
América Latina y el Caribe entró en la última década en una senda de bajo crecimiento económico; ello reavivó el debate sobre la necesidad imperiosa de la transformación productiva, buscar un crecimiento sostenible y resiliente en el tiempo, que ayude a combatir choques económicos y de otra naturaleza, como, por ejemplo, la pandemia; que permita una distribución más equitativa de los beneficios del desarrollo. Una transformación que implique darle mayor valor agregado a las materias primas, inserción de eslabones más tecnificados en la cadena de valor; aprovechando la transición hacia una economía de neutralidad climática y sostenible, con el impulso de las finanzas sostenibles.
Ello implica, a tono con los principios fundamentales enunciados por las Naciones Unidades del consumo y la producción sostenibles; mejorar el bienestar de la población sin degradar más el medio ambiente y preservar la sostenibilidad de recursos naturales; utilización eficiente de los recursos -energía, tierra, agua, etc., cero desperdicios, reducción de las emisiones, regeneración de ecosistemas y conservación de la biodiversidad; así como el cambio en los patrones de consumo por bienes y servicios con una menor intensidad en el uso de energía y material.
Entonces, ¿Puede la banca de desarrollo contribuir a impulsar este proceso apoyando en las distintas etapas al ciclo de vida del proceso de producción y consumo? ¿Cuenta con los recursos y las herramientas? ¿Cómo se va a movilizar una mayor financiación? ¿Qué nuevas fuentes de financiamiento o instrumentos innovadores se han desarrollado para catalizar la inversión? ¿Es posible que apoyen en la cadena de proveedores, en la gestión y la reutilización de desechos para una economía cero desperdicios a lo largo de toda la cadena de valor? ¿Cómo profundizar sobre el desarrollo e innovación a fin de estimular la adopción de tecnología que favorezca la eficiencia en el uso de recursos?
En América Latina y el Caribe se estima que alrededor de 201 millones de personas (32,1% de la población total de la región) viven en situación de pobreza, de los cuales 82 millones (13,1%) se encuentran en pobreza extrema, con carencia de servicios básicos. A su vez, la desocupación presentaba un retroceso de 22 años, afectando especialmente a las mujeres, para las que la desocupación subió de 9,5% en 2019 a 11,6% en 2022, a lo cual se agrega, la desaceleración o el bajo crecimiento que en el corto plazo puede agravar esta situación.
Es aquí donde la inversión social o de impacto toma mayor relevancia, al ser una poderosa fuente de crecimiento e innovación para abordarlos. Además, estas inversiones proporcionan importantes retornos de la inversión y efectos multiplicadores, al impactar positivamente en el bienestar de las personas, favorecer la cohesión social, reducir las tensiones sociales, crear un mejor ambiente para los negocios, y empodera a las personas, especialmente de los sectores más vulnerables; y es importante como movilizadora de recursos para financiar los ODS sociales: vivienda, salud, educación, agua, saneamiento, fin de la pobreza, igualdad de género, reducción de desigualdades.
Políticas públicas y las instituciones gubernamentales como los bancos de desarrollo, instrumentos de dichas políticas, tienen un rol de primer orden como catalizadores para apuntalar un mercado y ecosistema eficiente para la inversión de impacto social en la región, al mismo tiempo que la incorporan en sus actividades y proyectos. Entonces cabe preguntarse ¿Cómo las políticas públicas impactan la vida de las personas? ¿cómo la ejecución de estas políticas puede maximizar ese impacto para mejorar el bienestar general de la población en nuestros países? En lo que hace a las instituciones financieras ¿Con qué programas innovadores de inversión de impacto cuentan los bancos de desarrollo? ¿Qué tan bien están aprovechando su posición para ayudar y garantizar que las personas no queden atrás en la transición hacia una economía baja en carbono? ¿Están apoyando y promoviendo activamente nuevos intermediarios financieros, fondos de inversión e inversores institucionales/públicos, y desarrollando nuevos mecanismos para colaborar con el sector privado y aprovechar la inversión privada en la movilización de inversión de impacto que nos lleven al logro de los ODS sociales?
Por invitación del Banco do Nordeste do Brasil la Reunión de la Asamblea General de ALIDE 2024, se llevará a cabo en la sede del BNB, en su Centro Administrativo Presidente Getúlio Vargas, Av. Dr. Silas Munguba, 5700 – Passaré, Fortaleza, Brasil, del miércoles 15 al viernes 17 de mayo de 2024.
ALIDE
Marlene Zamora
Jefe, Unidad de Conferencias
Teléfono: (51-1) 203-5520 ext. 216.
E-mail: mzamora@alide.org / www.alide.org